Borja Quiza | barítono: "Las maneras de hacer en la lírica han cambiado a peor"

Borja Quiza (cortesía del barítono)
El barítono gallego Borja Quiza (Ladrido - Ortigueira, 1982) encarna este sábado 17 de septiembre en el Palacio de la Ópera coruñés al barbero sevillano que da título a la ópera de Rossini que Amigos de la Ópera de A Coruña presenta conmemorando los 200 años de su estreno en Roma. Sin ser andaluz, ni dedicarse a rasurar barbas, Quiza, que ya ha sido ‘Fígaro’ en más de 30 ocasiones, considera al personaje el más cercano a su forma de ser de todos los que ha interpretado y se muestra encantado de mostrarlo por fin en Galicia, en una versión que el esfuerzo y la pasión de sus intérpretes – que no se resignaban a presentar una obra tan viva con el estatismo de un concierto – ha convertido en semiescénica.

Quiza en un 'Barbero' (cortesía del cantante)
Pregunta. En la programación de Amigos de la Ópera leemos que ‘El barbero’ que presentan este sábado va a ser semiescenificado. ¿Qué se va a encontrar el público exactamente?
Respuesta. Es difícil de definir. Podríamos decir que van a ver el resultado de la buena voluntad de todo el equipo que participa en esta ópera, a los que nos daba mucha pena que una obra como ‘El barbero’ se hiciese en versión concierto. Así que con la ventaja de tener en Coruña a Xosé Manuel Rabón dispuesto a inventarse algo aprovechando elementos de la escenografía del Falstaff y del Trovatore que se representó el año pasado y tarimas de la orquesta; bajando a ésta al foso; tirando de mucha convención para lo que en un momento representa el exterior pase a ser un interior según convenga; y contando con un grupo de artistas con muchas ganas y con la ópera muy hecha y muy interiorizada, hemos hecho este ‘semimontaje’, que no es una función al uso, pero tampoco es un concierto.

P. ¿Pero no supone mucho más trabajo?
R. Por supuesto, han sido muchas más horas de ensayo y ningún día de descanso. Descansaremos sólo el día anterior a la función. Esperemos que el resultado agrade al público.

P. ¿Qué tiene la temporada coruñesa que consigue que los artistas hagan estos sacrificios, que bajen su caché o que incluso trabajen gratis para salvarla?
R. El mimo al cantante. Algo tan sencillo como eso. Las maneras de hacer en la lírica han cambiado mucho, pero a peor. Antes el cantante era el centro y ahora es al revés. Los cantantes se cambian de un día a otro por motivos extraartísticos, aunque el sustituto no cante bien, basta con que cubra el expediente. Esto no pasa en A Coruña, en la que lo principal sigue siendo el cantante. Los que actúan aquí reciben en todo momento el mensaje: “te hemos traído porque te queremos a ti”.

P. ¿En qué se nota esto?
R. En todo. Desde la elección de las óperas en función de los cantantes de los que dispongas y no al revés, hasta en los detalles más anecdóticos, como el hecho de que, si es posible, el propio director artístico te vaya a buscar al aeropuerto. Los cantantes somos seres sensibles y de nuestro estado anímico va a depender en gran medida el resultado final de la función. Desde luego no ayuda que se te trate como a ganado. Coruña es el paradigma de un ‘savoir faire’ a la antigua, en el que el cantante tiene todo el protagonismo.



P. Los grandes teatros vetan a los cantantes de físico no agraciado porque se dice que el público quiere ver reflejado verazmente a los personajes, sin embargo no ponen ningún problema a que cantantes como usted a pesar de su juventud interpreten a hombres mayores. ¿No es esto un contrasentido?
R. ¡Qué no me cuenten cuentos! La convención teatral funciona siempre. Si un cantante da el físico del personaje estupendo, pero yo no cambio la voz de Marianne Cornetti por la de nadie. ¿Cómo es posible que Cornetti, que es la mejor voz de mezzosoprano que hay en el mundo en estos momentos, se haya pasado seis meses en su casa sin trabajar y que después de Coruña se vaya al Met a hacer de ¡cover!? ¿Estamos locos? Si ella es la cover, ¿quién se atreve a cantar ese papel? El teatro no es cine y nunca lo será y buscar nuevo público no supone llevar el lenguaje del cine al teatro. La gran defensa de la ópera es que un señor abra la boca y le escuchen en las 4.000 butacas de un auditorio y si no, le ponemos un micro y tenemos ‘El fantasma de la ópera’. No hay nada que inventar en el teatro, los griegos ya lo inventaron todo.

Quiza y Terfel
P. ¿Cómo sienta cantar esta ópera en Coruña?
R. Es mi primer ‘barbero’ en Galicia y estoy encantado porque es la obra que más he cantado, la que más madura tengo y con la que más he crecido. He sido Fígaro en más de 30 ocasiones desde que lo debuté en Génova hace más de una década. Y además el personaje tiene mucho de mí y yo tengo mucho de Fígaro, es probablemente el más cercano a mí de todos los que interpreto.

P. ¿Y cómo ha sido la experiencia de ser ‘cover’ de Terfel en ‘Falstaff’?
R. Una locura. Me lo propuso Wonenburger porque Terfel sólo podía venir a los últimos días de ensayos y no sabían a quién traer. No es un rol que muchos hagan. Le pedí 15 días para pensármelo. Por una parte estaba en casa, suponía trabajar con los maestros Zedda y Tambascio, pero por otra, suponía un trabajazo para un papel que nadie me iba a pedir en muchos años, soy demasiado joven.

P. Y aceptó.
R. Sí, y ha sido el rol más difícil que me he estudiado en mi vida. Al principio me arrepentía todos los días. Pero pasado el punto de no retorno, la voz me respondía, y gracias al papel se desarrollaba y… acabé disfrutándolo mucho. Y el colmo fue cuando llegó Terfel, me escuchó y se quedó a ver todo el ensayo, y después vino a felicitarme, algo que es doblemente emocionante porque él ha hecho este papel muchas veces y conoce más que nadie las dificultades que tiene.  Después como no se encontraba bien me pidió que lo sustituyese en el ensayo general, y tuvo la amabilidad de elogiarme en su entrevista en el periódico.

Quiza y Arteta
P. ¿Es usted profeta en su tierra?
R. No tengo queja. Por supuesto que detractores nunca faltan en esta profesión, pero me siento muy querido en esta ciudad, aunque creo que me lo he ganado a pulso. Supongo que los conciertos de música no lírica han ayudado a acercarme a la gente y a romper unas barreras con la música clásica que no deberían existir.

P. ¿Cómo acaba alguien de Ladrido (Ortigueira) cantando ópera en teatros de todo el mundo?
R. Bueno, en mi casa sin ser músicos son todos muy ‘festeiros’. Mi abuelo cantaba habaneras y gallegadas y yo me recuerdo con tres y cuatro años sentado en sus rodillas cantando con él e intentando hacerle voces. En la casa de Ladrido había un piano y mi hermano, que me lleva siete años, iba a clase a Ortigueira. Cuando nos vinimos a vivir a Coruña mi abuelo compró otro piano y yo también empecé a ir a clases. Lo dejé a los 11 años cuando iba en 5º.

P. ¿Y el canto?
R. En los colegios públicos de Coruña, incluido el Eusebio da Guarda, donde estudiaba yo, había coros de voces blancas que llevaba Otilia Barón. Cuando me cambió la voz, algo que ocurrió muy pronto, me pasó a Follas Novas. A los 13 años yo era jefe de cuerda en el coro. Allí conocí a Fernando Briones que tenía una orquesta de gente del conservatorio y que estaba preparando un proyecto para el 50 aniversario de la agrupación. Más tarde entré en el coro de la Sinfónica, un coro amateur pero con un nivel de exigencia profesional.

P. ¿Ya pensaba en dedicarse profesionalmente a la lírica?
R. Ni se me había ocurrido. En el coro de la sinfónica nos daban clases de canto Carmen Subrido y Manuela Soto que fueron las que me empezaron a liar. Entonces formaron un coro de cámara para ‘Bodas de Fígaro’ y ‘Don Giovanni’. Yo nunca había escuchado una ópera entera y de repente me encontré con Chausson, Eva Mey, Ann Murray, dirigidos por López Cobos, y por Jonhatan Miller que me dio un papel de figuración especial. Después de esta experiencia, decidí que quería hacer lo que hacía Chausson. Como soy totalmente obsesivo, me fui a la fonoteca municipal, aún no existía Youtube y todas las posibilidades actuales, y empecé a oír todo el inmenso fondo que tienen. Y me fui al conservatorio de Vigo a estudiar canto con Teresa Novoa, compaginándolo como mis estudios de Informática en la UNED.

P. Y después Madrid.
R. Sí, Teresa pasó a dar clases en el Superior, así que hice el examen de acceso directo en Vigo y en la Escuela de Canto de Madrid. Me cogieron en esta última y allí me fui. Pero no me entendí con mi profesora y a los pocos meses lo dejé y probé con varios profesores particulares hasta que apareció Daniel Muñoz. Mi voz nunca ha sido natural ni fácil, la he construido con pico y pala a base de técnica y ganas. Muñoz ha sido mi gran consejero, y ha conseguido hacerme autosuficiente, a pesar de lo cual no acepto ningún papel sin consultárselo.



P. ¿Por qué sus conciertos de Sinatra?
R. Siempre me ha gustado mucho la música, toda la buena música. Me gusta mucho la música melódica estadounidense y como han sabido comercializarla. Y eso ha ocurrido en otros países, en Italia siguen con su festival de San Remo, pero en España resulta que ahora nuestra música melódica es el reggaetón. Yo reivindico el concepto arcaico del trovador, del cantante que cuenta historias con inicio, desarrollo y desenlace. El gran cantante es el gran comunicador. Y me da igual que se llame Sinatra, Callas, Dean Martin o Bergonzi. Y creo que la música estadounidense del siglo XX tiene un enorme poder de comunicación.

P. Usted es padre de dos niñas, una de seis años y otra de dos. ¿Cómo se concilia la vida familiar con la profesional cuando ésta supone estar viajando continuamente?
R. Es difícil, muy difícil. Hace falta mucha energía para poder atender a todo y hacerlo bien. Mientras las niñas son tan pequeñas, es complicado encontrar tiempo para estudiar y concentrarse. Sobre todo en nuestro caso que tenemos la Escuela y los abuelos todavía no están jubilados, hay que hacer encaje de Camariñas. Y al viajar tenemos que dar gracias a las benditas vídeoconferencias, sobre todo si tenemos en cuenta las historias que nos cuentan los veteranos sobre lo horrible que era cuando no las había. Las niñas las agradecen y se acostumbran y cuando vuelves después de estar fuera tres meses no parece que haya sido tanto tiempo. Claro que en esos casos la que se lo come todo es mi mujer.


P. ¿Qué personajes sueña con interpretar?
R. Hay muchos, pero quizá por su carga actoral, Iago de ‘Otello’, el malo por antonomasia, la raíz del mal que no se explica. Estoy seguro que voy a encontrar documentación entre la gente.

P. ¿Cuáles son sus próximos proyectos?
R. Después de aquí tengo ‘Fausto’ en Oviedo, ‘Barbero’ en Pamplona, ‘Pescadores’ en Santiago y Vigo, el estreno de ‘Advertimento ai gelosi’ de Manuel García en noviembre en el Auditorio Nacional y después en la Maestranza, ‘Billy Bud’ en el Real, el programa doble de ‘La viejecita’ y ‘Chateaux Margaux’ en la Zarzuela.


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